QUETZALPAPALOTL

Quetzalpapalotl “la mariposa preciosa” es sin duda uno de los conceptos filosóficos que sintetizan la máxima expresión del pensamiento elevado de los antiguos Toltecas.

Nuestros abuelos Toltecas se mostraron siempre ocupados en comprender la razón por la cual los seres humanos existimos sobre la tierra y en su afán de conseguir respuestas realizaron un gran esfuerzo para observar la dinámica del cielo y la tierra. Su intención fue comprender la naturaleza de las cosas y así encontrar la forma sincera y verdadera de vivir, desarrollando un rostro sabio y un corazón propio.

Su pensamiento y sus conclusiones quedaron grabados en las piedras que contienen los símbolos a los cuales hoy podemos acceder para escucharlos. Esto en suma al conocimiento guardado en los hombres de conocimiento y oculto en las tradiciones ancestrales que aún hoy practicamos en nuestras comunidades.

Los ancestros nos enseñaron que el propósito de la vida gira en torno a un continuo proceso de transformación, evolución, cambio y muerte. La vida es un camino que trae como su acompañante más cercana a la muerte, por lo tanto ser consciente de ello nos permite darle un correcto valor a las cosas y mucho más darle el justo valor a nuestra naturaleza humana.

En el entendimiento Tolteca para dejar de ser un hombre convencional se requiere transitar por un intenso proceso de metamorfosis, en el cual se deja detrás la naturaleza animal que provoca que nos dediquemos solamente al placer de los sentidos. Si es nuestro propósito convertirnos en seres humanizados entonces requerimos dedicar nuestra fuerza, nuestro tiempo, nuestra voluntad y nuestra vida al espíritu que se manifiesta de manera intangible pero que indefectiblemente mora en nuestro interior.

En otras palabras podemos considerar que nuestro Ser, Alma o Espíritu se encuentra encapsulado por un capullo llamado “cuerpo físico” el cual dificultará la libertad de volar dado que simplemente quiere satisfacer las necesidades básicas de la biología como comer, reproducirse, acumular y proveerse de la seguridad necesaria para no perecer.

La forma más fácil de vivir como animal racional gira en torno a estar atrapados, aprisionados, encapsulados y atados a un cuerpo que demanda insaciablemente satisfacción. Esto nos hace ser pasionales, miserables y esclavos porque el cuerpo es simplemente una máquina biológica que algún día perderá sus capacidades de funcionar.

En cambio vivir como un Tolteca demanda un enorme esfuerzo por romper todas las ataduras biológicas y con ello propiciar la liberación del espíritu. Quien se dispone a vivir en la Toltequidad tendrá que hacer de su vida una obra de arte en la cual las formas son interpretadas solamente a través del alma y no de los sentidos corpóreos.

Es la mariposa entonces el arquetipo que sintetiza al espíritu en su estado desapegado de la naturaleza animal y sus antenas serán el principal elemento para identificarla.

En el códice Fejervary Mayer los antiguos mexicanos plasmaron a Ometecuhtli y Omecihuatl “la dualidad creadora” tomando una mariposa de sus antenas para depositarla al interior de un cráneo. Esta acción simboliza el depósito del alma dentro del cuerpo para que con él sea posible experimentar las dos facetas de la vida, una tangible y otra intangible.

Con el cuerpo (capullo) estamos ligados a la Madre Tierra y con el espíritu (mariposa) estamos unidos al Gran Espíritu creador.

Venimos a formar parte de la vida en la tierra por un tiempo para experimentar el Universo, solo por un breve instante con el objetivo de perfeccionar nuestro ser, para descubrir nuestra individualidad y trascender las limitaciones que nos impiden la libertad. Al término de este proceso el cuerpo vuelve a la tierra y el espíritu se desprende de la materia para retornar a su origen cósmico.

Los guerreros Toltecas transitan por un proceso de metamorfosis en el cual se recorre el camino de los muertos que es un camino de desapego, desprendimiento y liberación. El objetivo esta centrado en renunciar al mundo dejando de lado el deseo de poseer los placeres transitorios obtenidos por los sentidos. Es una tarea descomunal que implica ir en contra de la propia naturaleza animal pero que al final, una vez trascendido el apego al mundo se obtiene la paz, el descanso, el reposo y la serenidad interior que en su conjunto se torna en un verdadero estado de felicidad.

Los guerreros de la muerte florecida se identificaban con la presencia de Quetzalcoatl, “la sabiduría primigenia” para ser guiados paso a paso por el camino de los muertos hasta llegar al momento de su liberación. En cada instante el guerrero reconoce que lo único que de verdad posee es su momento presente y a cada paso que da, los pies que tocan la faz de la Madre Tierra se convierte en el punto donde convergen todas las fuerzas que hacen posible la existencia.

Cuando visitamos nuestra sagrada tierra de Teotihuacan podemos leer estos mensajes ocultos inscritos en cada piedra.

En el templo de Quetzalcoatl inicia el Miccaohtli “el camino de los muertos”, el camino de quienes desean la metamorfosis. A partir de ahí se avanza hacia el norte, el Mictlampa, “el lugar de los descarnados”. En cada paso el guerrero renuncia a su historia, a sus pasiones, a sus ambiciones, a sus deseos de ser reconocido, a la necesidad de poseer, a su imagen. Se enfrenta a sí mismo, a su muerte con la cual no se llevará nada de este mundo. Se renuncia incluso a la idea que hay de este mundo para no tener conceptos que estorben en el proceso de liberación.

Al final del Miccaohtli ha quedado atrás el animal racional y el guerrero se ha convertido en un verdadero Hombre que ante la capacidad de liberarse de las ataduras y volar como una mariposa puede convivir con las energías sagradas, divinas, creadoras.

La Toltecayotl es un camino en el cual sólo a través de la liberación del espíritu se hace posible la plenitud y el goce de la vida. Las cosas del mundo no son nuestras y están para ser compartidas pues nos pertenecen a todos por igual.

Sólo recorriendo el camino de los muertos es posible llegar al templo de Quetzalpapalotl.

La vida no podrá tener sentido si no nos preparamos cada día para el momento de nuestra muerte, por lo tanto, siguiendo el consejo de nuestros sabios abuelos hay que morir estando vivos porque solo en ese acto místico es como logramos experimentar la verdadera felicidad.

Que cada paso que des en la vida te lleve a la metamorfosis, son los mejores deseos de tu hermano Tlahuilcoatl.